Una noche un hombre tuvo un sueño. Soñó que iba paseando por la playa con el Señor.
En el cielo veía escenas de su vida. En cada escena él notaba dos pares de huellas en la arena, uno era el suyo y el otro el del Señor.

Cuando la última escena de su vida se le apareció ante los ojos, miró hacia atrás para ver las huellas de la arena.
Reparó que muchas veces, a lo largo del camino de su propia vida, sólo había un par de huellas.
Se dio cuenta de que ello ocurría en los momentos más dolorosos y tristes de su existencia.

Este hecho preocupó sinceramente al hombre que preguntó al Señor: “Señor, Tú dijiste que, una vez decidiera seguirte, andarías conmigo todo el camino.
Pero observo que en los momentos más amargos de mi vida sólo hay un par de huellas.
No entiendo porque cuando más te necesito me abandonas».

El señor contestó: “Hijo mío, mi querido hijo, yo te quiero y nunca te abandonaría.
Durante tus momentos de aflicción y sufrimiento,
cuando tú solamente ves un par de huellas, es porque yo te llevo a cuestas.”

“Huellas en la arena”
Mary Stevenson